jueves, 9 de septiembre de 2010

Ohhh recuerdos

Cuando iba en la secundaria era una ñoña, más de lo que soy ahora. Era tímida, retraída, gorda, sin gracia… momento, era? Jojo prácticamente me acabo de describir actualmente jajaja.

Pero bueno lo que me diferenciaba más que nada era la falta de amigos como yo, tenía amigas, las que denominaba del tipo “normal”, pláticas insulsas, nada trascendentales, mucho chisme de novelas y cosas tontas.

Yo no veía telenovelas, en mi casa me inculcaron que las taranovelas eran para viejas fodongas, la única telenovela que vi completa era Los Miserables basada en la novela de Víctor Hugo; que pasaban en el canal que hoy es tv azteca (no recuerdo su nombre en ese entonces).

Esta de mas decir que odie la secundaria, era más santa que la virgen y muy cursi, o si, no al extremo de amar el color rosa pero si me gustaban los versos y una que otra pinche canción cursi.

Pero aun sumida en mi ñoñes, no me daba cuenta, pero mi yo verdadero daba atisbos de su existencia. Porque lo que más amaba en la secundaria era este verso:

Historia de mi muerte
Leopoldo Lugones

Soñé la muerte y era muy sencillo:
Una hebra de seda me envolvía,
y a cada beso tuyo
con una vuelta menos me ceñía.

Y cada beso tuyo
era un día.

Y el tiempo que mediaba entre dos besos
una noche. La muerte es muy sencilla.

Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por un sólo cabo entre los dedos...

Cuando de pronto te pusiste fría,
y ya no me besaste...
Y solté el cabo, y se me fue la vida.

Y aunque para muchos lo bello de estas líneas podría resumirse en “cada beso tuyo”, mi pubertad y ñoña alma se enamoro de la frase “Soñé la muerte y era muy sencillo”.

Otra de esas perlas de la cursilería que me gustaba era:

La niña de Guatemala
José Martín

Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...

Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.

Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente ¡la frente
que más he amado en mi vida!...

Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.

Siempre imaginaba a la pobre chica ahogándose lentamente por pendeja, bueno en esa época usa la palabra tonta (les digo que era súper ñoña) por morir por un tipo.

Estos versos venían en mi libro de español y aunque era una aficionada a estos versillos cursis de muerte, nunca saque un libro de versos, poemas o frases llegadoras de la biblioteca; en ese entonces estaba sumida en una colección de libros clásicos donde estaba Dracula, el doctor jekyll y mister hyde, Guillermo Tell, Las minas del Rey Salomón entre otros.

Me hubiera encantado tener en la secundaria los amigos que tengo ahora, así los recreos los podría haber pasado hablando de libros, sangre, anime, muerte, videojuegos, degradación humana y habría tenido con quien armar mis campañas a favor de los animales.

Y si señores tal como se imaginan en ese entonces amaba más a los libros que a la gente… y los años han pasado y el sentimiento perdura.

No hay comentarios: